Postales de verano 2: La taberna de Platón

 

Y así se queda Irina, bajo la sombrilla de penacho tropical protegiéndose del rudo calor de la Costa del Sol, abstraída, mirando cómo aquella mujer prepara lo que parece un bocadillo de tortilla de patatas a los niños que corren a su alrededor. Una playa a continuación. Busca su smartphone, el mismo que sigue pagando a letras de a seis mil rublos al mes, y toma una instantánea que sube a Instagram con el pie de foto “много жира в Испании”, es decir, “mucho gordo en España” o algo parecido por gentileza de Google Translate. El mar, el sol, rocas… Rocas. Le pica la nariz, aunque una mano caliente y húmeda que se posa en su hombro le hace olvidarlo. Es Bianca. Where is my friend? Francesca, my friend. Le pregunta medio afónica en inglés italianizado. Mamma mía, bellissimo! Se interrumpe a sí misma y exclama desorbitada cuando repara en la escena playera que momentos antes ha tenido absorta a la rusa. Saca su aparato inteligente, también pagado a letras de a cuarenta euros al mes por dos años, se pone la mascarilla, se graba y cuelga el video en Tik Tok. “Adoro la Spagna”, ha dicho forzando dos lágrimas. Ciento veinticuatro me gusta en un minuto. Y luego se quita la mascarilla, coge las manos a Irina, se hace una foto con ella, la sube, en esta ocasión a Instagram con el pie de foto “La mia amica russa”, y se la lleva a bailar.

Entretanto Alexei y Francesca siguen en el baño enganchados por la profunda admiración que sienten, no por el otro, sino por sí mismos. Se miran, remiran y admiran. Todavía ninguno se ha corrido. Continúan concentrados en la pantalla de sus móviles, el de él high quality de segunda mano; el de ella high quality también, pero de primera y pagado de una sola vez. Ambas cámaras lamen con ansiedad digital sus respectivos pectorales, pechos, abdominales y genitales. Nada les excita más que su propia imagen. La música tecno golpea la puerta del baño. Es el eco del más allá junto a la cisterna del baño del más acá, de justo al lado.

En el otro extremo del establecimiento Buda Beach, Kolenka se abalanza sobre Irina en las gradas. Momentos antes la ha traído hasta aquí. Suda. Quiere saber dónde está el resto de la coca. Música tecno. Suda. La empuja con un golpe seco en el hombro. Irina, sin embargo, sonríe a Bianca que la saluda desde la piscina. Por eso Kolenka la vuelve a empujar e insiste sobre la coca. Música tecno. Entonces Irina saca su móvil de la bolsita de autocierre, que le pende del cuello con un cordón rosa fucsia, y le hace una foto. Plano cerrado de la cara de la rusa que sube a Instagram con el pie de foto “уродливый!”, en español, ¡fea! Y se va en busca de Bianca dejando alli a Kolenka que grita colérica Где кокаин? ¿dónde está la coca? Pero ya no la oye, está junto a su nueva amiga italiana. Se ríen y se abrazan; sacuden el agua, la espumean y remueven mientras bailan. Las mascarillas, como pendones, se zarandean empapadas en sus brazos. Música tecno. Kolenka se retuerce aún entre los cojines de arabescos, saca su smartphone adquirido en el mercado negro moscovita para estas vacaciones y a los pocos minutos ya ha filtrado un video en Tik Tok con el titular “Так танцуют две лесбиянки-свиноматки”, o, “así bailan dos cerdas lesbianas”. Enseguida se hace viral. Una gaviota se ha posado al lado de Kolenka. Todo este tiempo la ha estado mirando presuntuosa hasta que la ha espantado. Alza el vuelo, no sin antes cagarse sobre la chica que, finalmente, se va enfurecida sin su coca y con los restos de guano enredado en el pelo. No ha podido quitárselo todo con las servilletas de logotipo rojodorado Buda Beach que ha encontrado.

Dispuesta a abandonar la fiesta, cerca de la puerta de salida se tropieza con Karl, Hans y Lukas, los tres primos. Where are you going? Kolenka no hace caso y sigue adelante. Bye, bye, se despide por cortesía. No, no, no, obstaculizando Lukas su camino. Are you crying? Why? Preguntando la sexi y convincente sonrisa de Karl. Kolenka se queda. Ahora piden cuatro wodkas Redbull a uno de los camareros que anda por ahí y, a continuación, se hacen un primer selfie de bocas abiertas que suben a Instagram con el pie de foto “die Cousins haben den Stall verlassen”, “los primos han abandonado el establo”. Un segundo, ahora de comisuras tirantes sin pie de foto; un tercero, primer plano de la boca de Hans chupando un cubito de hielo; un cuarto, pasándole el cubito a Kolenka; un quinto, esta al guapo de Karl; un sexto, sin cubito de hielo pero con las lenguas de Karl y Kolenka enredadas, y, un séptimo, ahora con las de Lukas y Kolenka después de que ella haya dicho en perfeccionista inglés I'm Corona free too. Ya no suben más fotos a Instagram, sino un video en el que los cuatro beben de una sola vez y a la carrera la nueva ronda de wodkas Redbull que les han servido. Música tecno. Detrás de ellos la euforia colectiva boxea como el mejor de los púgiles, los cuerpos esquivan cada revés que asestan los decibelios. Sus brazos levantados, cortos y largos, musculosos, gordos y flacos, blanquecinos, oscuros, rojizos, bronceados y amarillentos, forman un tupido bosque de smartphones que disparan y construyen el relato de sus vidas en la era digital. Música tecno.

Elromeroenflor

 

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