Postales de verano 6: No pasa nada

 

(Alexei, Francesca y Bianca siguen en las tumbonas del Buda Beach. Aún suena música bachata)

¿Por qué no te bañas, mia cara? ─le sugiere Francesca a su amiga─. Así te relajas. Mira a la gente de tu alrededor, feliz, disfrutando del sol de la grande Spagna. Intenta hacer tú lo mismo, amore. No ves que la vida es mucho mejor así. Sonríe, festeja la vida como ellos y, sobre todo, sigue mi consejo: no te preocupes más por ese chochito que seguro que se ha ido con otra. Asúmelo, tesoro. ¿Didn't she? ─ pregunta a Alexei, que desde el principio de la conversación de las dos italianas está escribiendo compulsivamente mensajes en su teléfono móvil.

Baby… ─le reclamar girándose hacia él.

What?

Mamma mia, todos los hombres sois iguales le reprocha en inglés─. Haces bien al prescindir de ellos, mia cara ─continúa diciéndole en italiano a Bianca─, las mujeres somos más nobles que estas bestias. ¿Quieres un Daiquiri, tesoro? Yo sí. Son caros, pero están de muerte. ¡Camarero! Quiero celebrar que volvemos a ser amigas.

 

Pocos minutos después Bianca está sola en el agua. Ha hecho caso a Francesca y se ha zambullido en las frías y, por días, cristalinas aguas de la Costa del sol. Quizás tenga razón su amiga y necesite tranquilizarse como le ha sugerido. Si Irina ha desparecido será porque solo ha sido un rollo de una noche. En fin, que pena…  ─se lamenta─. Que agua ─se sorprende. Hoy ha habido suerte. Ayer nadie se atrevió a nadar entre la abundante espuma color carameloamargo que flotaba incrustada en la superficie. Extrañamente limpia, se puede ver, incluso, un banco de pequeños peces que, precisamente, acaba de apostarse junto a ella. Quietos, zarandeando su colita, eestos la escrutan. ─¿Picarán? ─se pregunta─ No lo creo. Por si acaso, se aleja unos cuantos pasos de ellos y, para su asombro, los peces la siguen. Bianca sonríe suspicaz, da otros cuantos pasos, se vuelve a alejar y los peces de nuevo avanzan hacia a ella.

─Vaya ─masculla nerviosa con los brazos recogidos en cruz sobre el pecho─, ahora va a resultar que les gusto ─y se huele la axila─. Que estupidez, los peces no pueden oler. Será casualidad.

Así pues, cambia de dirección y camina simulando tranquilidad, no sea que los peces noten su miedo y la ataquen. Mira hacia atrás con disimulo, pero ve que los animalitos la siguen. Entonces, tras un chasquido de labios, acelera, decide no fingir más y corre a la velocidad que le permite la resistencia del mar. No logra despistarlos.  ─Pero bueno, ¿esto qué coño de broma es? ─interroga al aire dejando salir una carcajada nerviosa y un amago de llanto. De pronto, como para acabar ya con aquella amenaza, se arroja de golpe al agua y nada rápido dando enérgicas brazadas y patadas. No sirve, ellos están ahí otra vez formando un banco tintineante de movimiento fijo, al igual que un globo de helio sostenido por un cordón invisible. ─¡Fuori, bastardi! ─les grita desde el escalofrío que la recorre por completo. Pero tampoco funciona, allí siguen impertérritos y tintineantes por lo que, exasperada, agita el agua tan fuerte como puede. ─¡Bastardi, fuori! ─grita─ ¡Fuori! Para. El agua sigue en movimiento. Una vez la pequeña marejada creada se calma, que el mar vuelve a su lugar y muestra lo que hay en su interior, comprueba que los peces, por fin, han desaparecido. ─Porca miseria. Vaffanculo ─espeta dando un último manotazo al agua en claro gesto de victoria. Ya por fin se puede meter tranquila en el agua. A ver soy capaz de relajarse, lo necesito. Cuenta tres, se pinza la nariz con el dedo índice y pulgar y se sumerge tanto tiempo como los pulmones le permiten.  ─¡Mio Dio, que buena! ─exclama al salir y antes de encontrarse delante de ella el banco de peces. Han vuelto y tintineantes la contemplan. ─¡Lasciami in pace! ¡Lasciami in pace, Bastardi! ¡Fa cagare! ─grita ahora a viva voz. Y grita con tanto ardor que Francesca, en la tumbona del Buda Beach, la escucha y va hasta la orilla.

Tutto bene, tesoro?

─Sí, sí, tutto bene ─responde Bianca desde el mar.

¿Sicuro?

Assolutamente ─y levanta la palma de la mano en señal tranquilizadora mientras sonríe complaciente. ─A esta no le cuento nada ─se dice─ que luego se ríe de mí y me deja en ridículo delante de los demás. ─Non preoccupatevi ─le insiste. Y se echa boca arriba sobre el mar comprobando en tensión y de reojo si los peces y su amiga siguen ahí.

Francesca se da la vuelta y vuelve con Alexei. El camarero ya ha traído sus respectivos cócteles que por segunda vez paga ella. Bianca se incorpora. Desde donde está ve a la pareja brindar y a los peces enajenados a su lado. No quiere ir a las tumbonas con ellos, preferiría quedarse en el mar si no fuera por… Al menos no la atacan─. Y sube los hombros a modo de resignación y, rendida, se desliza nuevamente en el mar, esta vez intentando no pensar en la molesta presencia. Bracea suavemente. Después se gira y se queda flotando boca arriba. Cierra los ojos. El sol es agradable, calienta, compensa el frío que la sujeta por debajo. Se siente una realidad de opuestos, contraria, un choque entre razón e intuición. Piensa de nuevo en Irina.

─¿Dónde estás, Irina? ─se pregunta. ─Eso es típico de ella, desaparecer así sin más ─recuerda las palabras de Sasha─. No la creo ─añade convencida─. Estoy segura de que esconde algo. Y de nuevo se incorpora, da un par de zambullidas y se dispone a salir del agua. Mientras va hacia la arena, se da cuenta de que los primos alemanes, Karl y Lukas, han llegado y que Alexei se marcha apresurado. ─Seguro que Francesca le ha dado motivo, pobre… De todos modos, no es asunto mío ─se insta─. Quizás los alemanes sepan algo de Irina. ─Cuando retoma el paso, Francesca se levanta y corre hacia el mar. ─Bella, bella, espérame ─vocifera esta en el tono impostado que Bianca conoce tan bien. Viene hacia ella a galope, moviendo sus caderas y haciendo aspavientos con gran teatralidad. ─Bella, vamos a jugar en el agua como los niños. ─¡Uuuuuuaaaaaggh! ─brama de pronto la italiana al tropezarse con la franja de piedras de la orilla que le hacen caer al agua─. ¡Ma che cazzo...! (pero qué cojones) ─exclama─. Y se levanta sonriendo y dice ¡È congelata!, como si no hubiera tropezado, como si no pasara que se ha hecho daño en el pie y en la vanidad.

Bianca no puede evitar reírse mientras Francesca se acerca justificándose por la caída y reprochando a las piedras que son unas bastardas.

─Ay, mia cara, que daño me he hecho en el pie ─le confiesa una vez está con ella.

─Seguro que no es grave, déjame ver. Y la otra levanta el pie para que lo tome.

─Lo siento, tesoro ─dice Francesca mientras su amiga comprueba si hay alguna herida─. Estoy convencida de que Irina va a aparecer. Ya verás.

─Ay, ¿tú crees? 

Entonces suelta el pie y la abraza con una lágrima a punto de salir.Gracias ─susurra.

 

Desde la zona de tumbonas del Buda Beach, Karl y Lukas contemplan la escena sentados en la arena sobre sus toallas.

(En alemán)

─¿A la otra también le van las almejas? Scheiße, Mann. Vaya fiasco, yo pensaba que no ─comenta Lukas con una gran sonrisa de cáñamo enganchada a sus gafas de sol─.

─Que va, que va. Lo que pasa es que a la morena le va todo. ¿No la ves?

─Ah, menos mal, porque me la quiero follar.

─Detrás de mí, Mann ─agrega Karl.

 

Mientras tanto, Bianca se acaba de dar cuenta de que los peces ya no están.

 ─Oh, que pena. Al final no hacían nada. Pobres ─comenta.

─¿El qué?

─Un banco de peces que le ha dado por seguirme. No se querían separar de mí, ¿sabes? Muy raro, en serio.

─Porque te olerá el coño a besugo, tesoro ─ríe Francesca.

─ Oye, ¿qué hay ahí, en el agua? ─interrumpe Bianca señalando la superficie del agua que rodea a su amiga.

─¿El qué?

─Eso ─insiste─. Mira...

─Ah, eso. Eso no es nada. Es solo mi bronceador. Porca miseria, pone resistente al agua en el bote y ya ves… Con lo que ha costado. No pasa nada, vamos a nadar.

 

Elromeroenflor

Comentarios