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Postales de verano 7: Dame almas y llévate lo demás

  Francesca y Bianca salen del agua. La rompiente las abate, la cincha de piedras que asienta la superficie de la orilla les encarniza los pies. Con el equilibrio de los bikinis perdido, se sujetan la una a la otra mientras se ocultan con la mano el pezón. Trastabillan. Ríen con jubiloso pudor. Karl y Lukas también. Aquí siguen los dos primos sentados sobre la arena tal como los dejamos en el capítulo anterior, con una sonrisa cannábica columpiándose de sus gafas oscuras de sol. La radiación está tan alta como su humor. Y dan las 14:00 h.  Entonces, de pronto, la música tecno estalla y arrasa cualquier intención de descanso. Bum. Lo invade todo hasta más allá de las piraguas que motean el lejano y ex pacífico horizonte. Bum, bum. Como cada día a la misma hora, la fiesta en el Buda Beach acaba de empezar. Bum, bum, bum. Los graves se tragan los latidos del corazón. Bum, bum, bum. Vibra el mar. Bum, bum, bum. Vuelan prestas las cotorras. Bum, bum, bum. Los zombis se acercan. Bum,

Postales de verano 6: No pasa nada

  (Alexei, Francesca y Bianca siguen en las tumbonas del Buda Beach. Aún suena música bachata) ─ ¿Por qué no te bañas, mia cara ? ─le sugiere Francesca a su amiga─. Así te relajas. Mira a la gente de tu alrededor, feliz, disfrutando del sol de la grande Spagna . Intenta hacer tú lo mismo, amore . No ves que la vida es mucho mejor así. Sonríe, festeja la vida como ellos y, sobre todo, sigue mi consejo: no te preocupes más por ese chochito que seguro que se ha ido con otra. Asúmelo, tesoro . ¿Didn't she? ─ pregunta a Alexei, que desde el principio de la conversación de las dos italianas está escribiendo compulsivamente mensajes en su teléfono móvil. ─ Baby … ─le reclamar girándose hacia él. ─ What? ─ Mamma mia , todos los hombres sois iguales ─ le reprocha en inglés ─. Haces bien al prescindir de ellos, mia cara ─continúa diciéndole en italiano a Bianca─, las mujeres somos más nobles que estas bestias . ¿Quieres un Daiquiri, tesoro ? Yo sí. Son caros, pero están de muerte

Postales de verano 5: Mentiras

   (Hablan en alemán) ─Toma, tío. ─¿Pero esto…? ─pregunta Hans. ─Un regalo de despedida, hermano ─responde sonriente Lukas. ─Pero si nos vamos a ver en una semana, cabrones. ─Para que no la olvides  ─sonríe también Karl. Karl y Lukas acompañan a Hans que regresa a Alemania después de pasar varios días en el hospital de la Costa del Sol. La rotura de menisco que tuvo en el fastuoso gimnasio del Buda Beach le obliga a volver. ─Pero ábrelo ya. ─Voy, voy… ¡Unas bragas!... ─Unas bragas ¿de?… ─¡No…! ─exclama radiante Hans. ─¡Sí! ─confirma de una carcajada Lukas. ─¡No…! ─repite. ─Sí, hermano, de la enfermera y usadas.   ─Todas para ti ─añade Karl. ─Joder, tío ─dice Hans visiblemente emocionado mientras se las lleva a la nariz─. Vosotros sí que me queréis… Me vais a hacer llorar. ─Llora, que ese culito que tenía la enfermera bien vale unas lágrimas. ─¿Pero cómo las habéis conseguido, hermano? ─Imagínate ─añade Lukas levantando la ceja y mirando a Karl de sosla

Postales de verano 4: Mens sana in corpore sano

  Series de nueve. ─ Ein, zwei, drei, vier, fünf, sechs, sieben, acht, neun . ─Otra vez. ─ Ein, zwei, drei, vier, fünf, sechs, sieben, acht, neun . Karl, Hans y Lukas, los tres primos de la región de Baden-Wurtemberg están haciendo máquinas, pesas, en el flamante gimnasio sito en las dos plantas superiores del Buda Beach. Trescientos setenta y tres metros cuadrados de complejos, retos y credo a su disposición ambientados con música reguetón. Sudan, no tanto de calor como de esfuerzo. Gritan, no de dolor, sino de esfuerzo. Apestan también de esfuerzo. Sudoración, gritos y vaho hormonal forman el triángulo sagrado que ilumina cada flexión, extensión, abducción,  pronación y supinación que los primos articulan. Música reguetón. Setenta kilos para los bíceps no, más. Ochenta para los pectorales no, más. Cien para la espalda no, más. ─Ponme más ─grita Hans. Ein, zwei, drei, vier. Series de diez. Fünf, sechs, sieben, acht, neun. Series de veinte. Música reguetón. La luz, traspasando las

Postales de verano 3: Ego, luego existo

  La espuma del mar se abre delante de Kolenka. Rompe una ola. Apenas puede abrir los ojos, es lo único que ve. Rompe otra. Unas cuantas gotas le caen en la cara. Hace calor. Las gotas le refrescan. Huele raro, agrio. No lo identifica, algo así como a sushi California, agrio agradable. ─ Pero al de Fumisawa Sushi en Petrovka Ulitsa esquina con Dmitrovsky Pereulok que, sin duda, es el mejor. El de Mr Lee no huele así, es más, está asqueroso, seguro que los hacen con gato. Su sushi California huele a mierda de gato. Da igual ─concluye rendida . Le duele demasiado la cabeza para pensar. Rompe otra ola y cierra los ojos. Otro soplo de frescor, menos mal. Bajo ella la arena le calienta la parte inferior de su cuerpo. Abre los ojos y una hormiga, o algo parecido, sube y baja los pequeños montículos. ─Para ella seguro que gigantes ─piensa─. Tú puedes, guapa, tú puedes. Sube, baja, vuelve a subir. Las hormigas nunca se cansan, nunca les pasa como a ella en estos momentos que no se puede move

Postales de verano 2: La taberna de Platón

  Y así se queda Irina, bajo la sombrilla de penacho tropical protegiéndose del rudo calor de la Costa del Sol, abstraída, mirando cómo aquella mujer prepara lo que parece un bocadillo de tortilla de patatas a los niños que corren a su alrededor. Una playa a continuación. Busca su smartphone, el mismo que sigue pagando a letras de a seis mil rublos al mes, y toma una instantánea que sube a Instagram con el pie de foto “много жира в Испании”, es decir, “mucho gordo en España” o algo parecido por gentileza de Google Translate. El mar, el sol, rocas… Rocas. Le pica la nariz, aunque una mano caliente y húmeda que se posa en su hombro le hace olvidarlo. Es Bianca. Where is my friend? Francesca, my friend. Le pregunta medio afónica en inglés italianizado. Mamma mía, bellissimo! Se interrumpe a sí misma y exclama desorbitada cuando repara en la escena playera que momentos antes ha tenido absorta a la rusa. Saca su aparato inteligente, también pagado a letras de a cuarenta euros al mes por